Un deteriorado camino de Santiago
Ha acabado el año compostelano 2010 y he visto que todos los reportajes periodísticos sobre el Camino han sido elogiosos (vistas maravillosas, peregrinos contentos, paisajes inolvidables...bla, bla, bla) pero ni una sola crítica sobre su estado lamentable.
Una vez más, veo desengañado que los estereotipos rigen la vida periodísticas de mis colegas que hacen los reportajes desde la ignorancia.
Lamentable, porque el Camino, en gran medida, está hecho un desastre como demuestro en las fotografías adjuntas. Y eso que comencé a fotografiar estos pequeños desastres cuando estaba llegando a Santiago.
He terminado el Camino de Santiago que comencé en Roncesvalles. No voy a escribir un diario como hice en mi frustrado intento del año 2008. En esta ocasión voy a denunciar: El Camino de Santiago está deteriorado, abandonado, lleno de trampas y peligros para el peregrino que se ve obligado a caminar por los arcenes junto a un intenso tráfico de camiones y coches que circulan a gran velocidad, sin señalizaciones adecuadas; sujeto a la tiranía cada vez más exigente de algunos comerciantes y hoteleros que han visto en el caminante una fuente de ingresos inagotable al que exprimen como antes hacían bandoleros y asaltadores; olvidado de las tropecientas autoridades autonómicas y locales cada una tirando por su cuenta con políticas dispares, cuando las hay, y a quienes, en la mayoría de los casos (especialmente por Castilla y León), parece importarles un comino este Patrimonio de la Humanidad obligando al caminante a dar grandes rodeos para salvar pistas de aterrizaje, a entrar a las grandes ciudades por calzadas asfaltadas interminables donde abunda el feísmo o atravesar polígonos industriales o complejos de golf que son auténticos atentados contra el Camino.
El Camino ya no es ese camino romántico, de paisajes inolvidables y trato amigable con el peregrino. Al menos no para mí. Y como le deseo un futuro mejor y que la imagen de mi país no sea la que ofrecemos (principalmente a extranjeros) he decidido publicar estas fotos que mis colegas de la televisión o la Prensa nunca han sacado. Dedicados a obtener las mejores imágenes, en los reportajes no hay denuncias sino lucimiento: solo aparecen paisajes formidables, puentes románicos de belleza singular o catedrales góticas rasgando el cielo. En fin, solo una parte de lo que realmente es el Camino; una incompleta imagen. El Camino, desgraciadamente, ha empeorado y la imagen que España ofrece al mundo, es ciertamente, penosa.
Al principio las etapas atravesaban parajes maravillosos, hayedos y robledales como pocas veces he visto. Luego, tras pasar Logroño, comencé a darme cuentas de que el Camino iba deteriorándose en cada metro. Ya no había paisajes que fotografiar. ¿O sí? Ciertamente sí, pero aquí ya no hay belleza, sino realidad.
Me doy cuenta que recibiré muchas críticas porque está prohibido hablar mal del Camino; no es mi intención molestar a nadie, ni hablar mal de él, ni denostarlo (bastante deteriorado está) sino llamar la atención, en un decálogo, a las autoridades nacionales, autonómicas y locales competentes para que:
1) Creen un organismo supralocal que ponga en práctica una política de bases que den una cierta unidad, dentro de la variedad, a las señales indicadoras; a las normas de los albergues (distancia entre camas, número máximo por metro cuadrado, horarios, etc); a los planes urbanísticos por los que atraviesa el Camino (obligación de hacer alternativas en casos extremos, bien señalizadas y ordenadas) y en fin a todo lo que ataña a su recorrido y uso.
2) Obliguen a quien corresponda a señalizar debidamente los pasos del Camino por las vías de intenso tráfico, obligando a reducir la velocidad a los vehículos, bien pintando pasos de cebra o señales en el pavimento, semáforos o pasos subterráneos.
3) Eliminen toda chatarra, basura o maquinaria en desuso que afea muchas entradas en pueblos y ciudades
4) Borren esos mensajes minoritarios y feos en señales y paredes que las autoridades no eliminan porque confunden la libertad con el gamberrismo o porque sencillamente no ven desde sus coches oficiales.
5) Vigilen las políticas de precios en hostales, cafeterías, restaurantes, etc, que en la mayoría de los casos no dan al peregrino factura por sus servicios, ocultando así dinero al fisco.
6) Reordenen el camino, evitando que alcaldes, sacerdotes o propietarios de bares pinten u ordenen pintar señales equívocas o alternativas que obligan al peregrino a entrar en pueblos, iglesias o bares por donde tradicionalmente nunca ha ido el Camino.
7) Obliguen a los Ayuntamientos por donde pasa el Camino a limpiar fachadas, eliminar cables telefónicos o eléctricos, y terminar aceras. Son sus municipios los que también se benefician del paso de caminantes.
8) Instauren una política de trato al caminante que elimine de una vez ese tópico que se oye en albergues y restaurantes de que "el turista exige y el peregrino agradece", porque eso pudo ser cuando al camino era "gratis" pero que ya no es real: al peregrino se le cobra por un hospedaje o una comida y por tanto tiene derechos.
9) Repartan y coloquen información adecuada sobre los puntos de interés culturales y de otro tipo por los que atraviesa el camino; señales indicadoras de iglesias, conventos, monumentos, calzadas, puntos históricos y eviten su pinturrajeo por esos grafiteros tan protegidos por algunos periodistas y autoridades que confunden la progresía con el buen gusto.
El décimo punto lo reservo para la Iglesia católica para que corrija y actualice su mensaje "cristiano" y evite hablar en las homilías de sus misas (como la que escuché en Compostela el día 12 de junio de 2009) del Santiago "Matamoros” y de la Reconquista como un triunfo del cristianismo sobre el islam, distorsionando la verdad histórica.
Como ya dijo hace años don Álvaro Cunqueiro: «El viajero hubiese querido que la riqueza monumental (y paisajística, añado yo) del Camino estuviese un poco más cuidada».
¡Qué iluso soy!