HISTORIA


"Tintín en el país del oro negro" tiene una historia ciertamente curiosa y llena de anécdotas. Hay que recordar que Hergé comenzó a publicarla en tiras en la revista infantil de Le XXème Siécle en septiembre de 1939. Corrían tiempos prebélicos, la expansión del nazismo, el equivocado pacifismo de las potencias occidentales y II Guerra Mundial llamando a las puertas de Europa. España acababa de librar una evitable e inútil guerra Civil.

Hergé, que siempre estuvo atento a la actualidad, no podía obviar este ambiente de preguerra y en estas circunstancias de movilización general sitúa su nueva historia. Sin embargo, tiene que interrumpir el relato tras la ocupación alemana de Bélgica y el comienzo de la II Guerra Mundial en 1940.

Cuando finaliza el conflicto mundial y tras ser depurado por el nuevo régimen, Hergé retoma el relato sobre el petróleo (acaba de terminar "El templo del Sol") en el punto donde lo había interrumpido, la página 25 del actual álbum. En su primera edición, publicada en 1950 el autor no cambia ninguno de sus escenarios ni de su idea inicial. No obstante, con el paso del tiempo, las viñetas quedan obsoletas por el cambio histórico en la zona donde se desarrolla la acción y en 1969 reedita el álbum con modificaciones sustanciales para ajustarse a la nueva realidad.

Estos son algunos cambios observados de la primera a la segunda edición:
CONTENIDO

La historia, que trata de la especulación de las grandes compañías petrolíferas, comienza con una adulteración de la gasolina que tiene efectos explosivos en los coches. La guerra parece inminente y el capitán Haddock es movilizado. Mientras, Tintín investiga este misterio de la benzina adulterada y tras seguir una pista viaja en un barco mercante a Haifa donde el Emir Ben Kalish Ezab lucha por el poder contra Bab El Ehr, cada uno financiado por una compañía de petróleo diferente. Allí se encuentra con el doctor Müller, agente de la compañía petrolífera Skoil, aliada con Bab El Ehr. Müller secuestra a Abdallah, hijo del emir Mohammed Ben Kalish Ezab para obligarle a expulsar del territorio a la compañía Arabex, para evitar la competencia con la Skoil.  Tintín desbarata esos intentos y tras una serie de peripecias por el desierto (realmente magníficas en compañía de los policías siameses), atrapa a Muller con la ayuda de Haddock que llega a tiempo de participar en la solución final.

Tintín, en el país del oro negro
EDICIONES

Editorial Casterman, 1950 en francés, en color
Modificado en 1969
Editorial Juventud.
Primera edición: 1961, con lomo de tela azul
Traducción del francés: Concepción Zembrera
Sin ISBN en sus cuatro primeras ediciones (falta confirmar la quinta edición)
ISBN 13: 978-84-261-0278-2 (978-84-261-1402-0, rustica)
ISBN 10: 84-261-0278-6 (84-261-1402-4, rustica)
Encuadernado en cartoné   Formato: 23 x 30 cm
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Cuando Hergé planea la historia, los británicos ostentan el mandato sobre Palestina. Tintín es detenido, pues, en la primera edición por policías británicos. En la segunda edición, ya en 1969, por sugerencias de los editores ingleses, Hergé sustituye a los policías británicos por árabes, aunque comete el error de no cambiar el texto y Tintín sigue llamando teniente a quien en realidad es un sargento árabe.

En la viñeta inferior de más arriba, Tintín es liberado de las manos británicas por activistas judíos del Irgoun que le confunden con un tal Salomon Goldstein; en la segunda edición esta liberación se produce por árabes a las órdenes del jeque Bab El Ehr.
Cuando Hergé comenzó a publicar en tiras esta historia (recordemos que lo hizo tras "El cetro de Ottokar") todavía no había aparecido en escena el capitán Haddock. Al reanudar la historia, 8 años después, ya había creado la personalidad de Haddock y no sólo eso, el Capitán se había convertido en una pieza esencial de los álbumes de Tintín, tan importante como el mismo protagonista y su perro.

En consecuencia, Hergé no podía publicar una historia nueva sin que apareciera Archibaldo Haddock (ya habitual en sus últimos álbumes) y para ello emplea un truco ingenioso. Inserta un par de viñetas en las que el Capitán comunica a Tintín que tiene que partir al mando de un buque porque el gobierno le ha movilizado a causa del ambiente prebélico.

Casi al finalizar la historia de "Tintín en el país del oro negro", Hergé da paso nuevamente al Capitán que encuentra a Tintín en dificultades luchando con Müller. Sin embargo, no llegamos a saber cómo ha dado con el paradero de Tintín. En varias ocasiones intenta contarle la historia, pero siempre es interrumpido por alguna circunstancia; y es que Hergé no sabe cómo imaginar razonablemente la irrupción del Capitán en la fortaleza de Müller y utiliza ingeniosamente, eso sí, la argucia de la constante interrupción en los intentos del Capitán para desvelarnos el modo en que ha localizado a Tintín para obviar cómo lo consiguió.
Uno de los pasajes más extraordinarios y que a mi madre y a mí de pequeño (aún hoy me causa muchísima hilaridad) es aquel en que los dos policías van por el desierto en busca de Tintín. Es ciertamente desternillante la secuencia en que se confunden y comienzan a seguir unas huellas de coche que no son sino el suyo propio.
Tras dar varias vueltas y con ellas aumentando el número de huellas de neumáticos, encuentran un bidón de gasolina que recogen y van a guardar cuando se dan cuenta de que la correa que sujetaba su bidón se había roto y lo habían perdido. Metidos en su constante estupidez, dan media vuelta para localizar su bidón perdido (que no es otro sino el que acaban de encontrar) "porque no es cuestión de tirar la benzina".
También son pasajes ingeniosísimos aquellos en que ambos policías confunden espejismo con realidad y hasta se colocan un traje de baño para quitarse el calor sofocante del desierto y darse un chapuzón en un espejismo. O aquel otro pasaje en que, confundiendo esta vez realidad con espejismo, dan una patada en el culo a un orante musulmán.
Y no digamos aquella secuencia en que uno de ellos trata de convencer a su hermano que se está confundiendo con un espejismo a lo que este responde: "¡Toma, pensaba que los habían suprimido!"
MANDATO BRITÁNICO EN PALESTINA. MUCHAS MENTIRAS

Hergé no desarrolla el conflicto árabe israelí, sino que lo esboza de pasada para situar su historia en el escenario de Oriente Próximo. Pero este hecho está solo apuntado, como he dicho antes, en la primera edición de su álbum. En las siguientes desaparece toda mención al conflicto árabe israelí y la acción tiene lugar en medio de una lucha entre grandes empresas por hacerse con el control del mercado del petróleo en la zona.

De todas formas, como en la primera edición aparecen los británicos ejerciendo su mandato sobre Palestina, conviene dar algunos datos de cómo llegan a esa situación y cómo salen de ella, es decir, como siempre, engañando a unos y otros, como se verá.

Tras la I Guerra Mundial, Turquía perdió su control sobre gran parte del mundo árabe y, por supuesto, sobre Palestina según el Tratado de Sevres (entre las potencias aliadas y Turquía), que luego fue modificado por el Tratado de Lausana por el que se establecen las fronteras de la actual Turquía.

Durante la guerra, los británicos (que siempre han hecho lo que les ha venido en gana, engañando a unos y otros, maltratando a sus colonias, robando y mintiendo, pero saliendo indemnes en las páginas de la Historia), engañaron nada menos que a los árabes prometiéndoles la independencia y la libertad si luchaban contra los turcos. Mientras, en secreto dos funcionarios, uno británico Sykes, y otro francés, Picot, llegaban a su famoso Acuerdo Sykes-Picot por el que acabada la I Guerra Mundial ambas naciones se repartían el escenario del Próximo Oriente.
Pero mientras ambos funcionarios negociaban con el respaldo de sus respecivos gobiernos, Londres a través de Lawrence de Arabia, ajeno a estos manejos, convencía al jerife de la Meca, el rey Ali y al hijo de este, Faysal, para organizar una revuelta árabe contra el poder otomano. De esa revuelta, según las promesas de Lawrence, saldría un Estado árable unificado bajo la dinastía Hachemí sobre los territorios arrebatados a los turcos. Gran Bretaña no tenía la menor intención de cumplir estas promesas
Según el Tratado de Sevres, Palestina quedaba en manos de la Sociedad de Naciones que decidió fuese Londres quien ejerciese el control sobre aquel territorio situado en el levante Mediterráneo. Palestina se convertía, pues, en Territorio bajo Mandato. Este mandato comenzó en 1922, si bien los británicos ya lo ocupaban tras concluir la guerra en 1917.

Comprendía los actuales territorios de Israel, Jordania y Gaza y Cisjordania. En 1922, Gran Bretaña, desgajó lo que entonces se llamaba Transjordania y creó el estado Jordano.
No contentos con el embuste del Acuerdo Sykes Picot, los británicos volvieron a estafar a los árabes: mientras les prometían su independencia, a los judios les aseguraban la creación de un Hogar Nacional Judío en Palestina. Nacía así la famosa "Declaración Balfour" de 1917, llamada así por la carta firmada por el Secretario de Relaciones Exteriores británico, Arthur James Balfour y dirigida al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, para su transmisión a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda:

"El gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un hogar para los judíos, y utilizará sus mejores medios para facilitar la consecución de esta causa. Sin embargo, debe quedar claro que no debe hacerse nada que    perjudique los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o que merme los derechos y el estatus político del que gozan los judíos en cualquier otro país".
La mayoría de los 750.000 habitantes de esta región multiétnica eran árabes de religión musulmana (incluyendo una población beduina), así como judíos (que eran el 11% del total y eran en su mayoría inmigrantes askenazíes). Otros grupos minoritarios eran los drusos, sirios, sudaneses, caucásicos, egipcios, griegos y árabes del Hiyaz.

Con el paso de los años, la inmigración judía hacia Palestina creció y con ella el recelo árabe. Comenzaron revueltas y ataques violentos. Los judíos compraban tierras y los palestinos eran desplazados por los Kibutz. Los británicos pusieron límite a la inmigración judía con unas cuotas que fueron muy criticadas. Todos recordamos la película EXODO.

En 1920 se crea el Haganá y el Irgún, organizaciones paramilitares de autodefensa judía. La tensión aumentó en disturbios violentos entre 1921 y 1939, y no solo entre judíos y palestinos, sino contra los ocupantes británicos.

Tras la II Guerra Mundial, la recién creada ONU propuso en 1947 la creación de dos estados, uno palestino y otro israelí. Jerusalén estaría bajo administración internacional.
Los árabes rechazaron la propuesta, pero no así los judíos que el 14 de mayo de 1948, un día antes de la retirada de los británicos, proclamaron el Estado de Israel que garantizaba la igualdad de derechos:

Llamamos a los árabes que viven en el Estado de Israel para que preserven la paz y participen en la construcción del Estado, siendo reconocidos como ciudadanos de pleno derecho, con opción a ser representados en todas las instituciones provisionales y permanentes.

Sin embargo, un día después, el 15 de mayo del mismo año, cinco ejércitos regulares de los países árabes vecinos (Transjordania, Egipto, Siria, Líbano e Iraq) invadieron al recién creado estado de Israel. Había comenzado la primera guerra árabe-israelí de 1948.